- Reconstrucción de la jornada que acabó con Juan Clavero en un calabozo
- La reivindicación del paso público por una inmensa finca precedió a los hechos
- Un 'invitado' sorpresa a la marcha es la clave
La coloqueta es un término del argot policial para definir la trampa por la cual se le endosa a la víctima, habitualmente por venganza, droga en una maleta, un vehículo... A continuación se da el chivatazo. Dependiendo de la suerte de la víctima se sale indemne o te caen unos cuantos años en la cárcel. El líder ecologista Juan Clavero, según fuentes policiales, sufrió el pasado 26 de agosto una coloqueta.
1. La trampa
Para el poco más de medio millar de habitantes de Benamahoma, una pedanía de Grazalema cercana a El Bosque, la finca La Breña del Agua es un espacio mítico porque es el lugar en el que la infancia se subía a coger setas y tagarninas, donde pegaron sus primeros disparos o donde simplemente hicieron el largo y pedregoso camino hasta Zahara venciendo la Sierra Margarita. Ahora ya no es así, "ahora sales de la pared del pueblo y ya tienes un guardia. Nos han cortado las veredas".
El pasado sábado 26 de agosto Juan Clavero recorrió estos parajes. Su excursión empezó en el Camino del Espino, a unos pocos kilómetros de El Bosque, y en una pirueta finalizó en un calabozo acusado de traficar con 47 gramos de cocaína. "Clavero, sí, los días grandes lo mismo se toma una cerveza sin alcohol", bromean en uno de los bares de Benamahoma aludiendo a sus moderados hábitos de consumo. "Por no tener no tiene ni lo mínimo que se despacha en un ecologista: una planta de marihuana o algo", dice uno de sus vecinos de su segunda vivienda en Benamahoma
¿Qué pasó entonces para que el ecologista más conocido de la provincia, al que jamás se le han atribuido coqueteos con la droga, durmiera a la sombra acusado de traficante? Quedamos con Gaspar Corbacho, uno de los integrantes de la miniexpedición senderista de la que formó parte Juan Clavero ese sábado para reconstruir la jornada en los mismos lugares. Gaspar es muy conocido en El Bosque. Fue concejal de Izquierda Unida y sus denuncias, las que él presenta, se cuentan por decenas, aunque no suele lograr que se las admitan a trámite.
Una de las banderas de Gaspar, que comparte con Clavero, se centra en la finca La Breña del Agua y otras que la rodean. Tiene que ver con esa queja generalizada en Benamahoma de haber perdido la finca que sentían como suya. En uno de los bares de Benamahoma nos lo han explicado. "La finca era de un vecino de aquí, Pepe Jarillo, que era el que la trabajaba. Para él no había ni vallas ni lindes. Cualquiera del pueblo podía ir a su finca. Él la vendió a a un arquitecto de San Roque cuando se jubiló, un tal Alfonso Herrera, y ahí perdimos la finca".
Cuando Herrera, que actualmente mantiene la administración única de casi una treintena de sociedades relacionadas con el sector inmobiliario, adquirió la finca se valló todo el perímetro y esto afectó a la vía pecuaria que une por la sierra El Bosque con Zahara, además de a numerosos caminos públicos. La batalla de los ecologistas por la recuperación de esta vía pecuaria se ganó recientemente por orden de la Consejería de Medio Ambiente. Lo que ocurrió tenía que ver con este asunto.
Explica Gaspar en la Venta Julián, a la entrada de El Bosque, donde quedaron para la excursión: "Habíamos puesto en el facebook de Plataforma para la Recuperación de los Caminos Públicos Sierra de Cádiz el anuncio de que el sábado iríamos a comprobar que la vía pecuaria estaba expedita. Juan se apuntó a última hora y se unió a mi compañero Andrés y a mí. Por la mañana se presentó alguien que no conocíamos. Manuel decía que se llamaba. No traía coche, dijo que le había traído su mujer, y que era de Ecologistas en Jerez. Naturalmente, le dijimos que se uniera y fuimos en la furgoneta de Juan al inicio del camino y no en mi coche, como estaba previsto. No tengo ninguna duda de que la trampa estaba pensada para mí. Yo ahora estaría preso porque no soy nadie. Pero la han cagado porque Juan es muy conocido y nadie se puede creer semejante historia".
Según Gaspar, durante toda la excursión el comportamiento de Manuel fue extraño. "Se apartaba mucho para hablar por teléfono, decía que estaba preocupado por su mujer". El recorrido era por la Colada y duró unas cuatro horas. Los guardias de la finca les siguieron a distancia, "nos fotografiaban, al principio no nos dijeron nada, nos seguían de cerca. Seguía habiendo vallas, aquel camino no estaba libre como debía. Y las saltamos. Vadeamos la sierra y llegamos hasta Benamahoma, a la casa de Juan, donde nosotros tres nos bañamos en la alberca. El tal Manuel no quiso". Luego toman algo en un bar de Benamahoma, el cercano El Bujío y un conocido de El Bosque acerca a Clavero a su furgoneta. Manuel recibe una nueva llamada y le dice a Clavero que le van a recoger en el Mesón de Majaceite, que si le lleva. El Mesón del Majaceite se encuentra cerca del río, junto a un carril empedrado de una sola dirección. Allí se queda Manuel y ve cómo Clavero se aleja. Casi al final del carril, no más de unos 500 metros, pocos metros antes de ganar la rotonda, tres guardias civiles, uno de Ubrique y dos de Prado del Rey, ninguno de El Bosque, paran la furgoneta. No ha pasado ni un minuto desde que dejó a Manuel. Nadie, excepto Manuel, sabía que Clavero iba a pasar por ese lugar, un sitio ilógico para que te acudan a recoger. Desde entonces no vuelve a saberse nada de Manuel.
Pero los agentes sí sabían por dónde iba a pasar Clavero. Tal y como les habían dicho en una llamada anónima realizada desde la cabina de teléfono del pueblo, en la furgoneta hallan un paquete que identifican como cocaína.
Tras los hechos, Gaspar y Andrés indagan. Trabajadores de la finca les dicen que el tal Manuel es un asiduo, muy amigo de uno de los capataces. Ponen su foto en el facebook de Podemos. Alguien le identifica como un vecino del barrio de La Unión en Jerez.
2. La finca
La finca, o más bien las fincas, que atravesaron en su excursión los cuatro senderistas y que finalizó con la actuación de la Guardia Civil, tiene una extensión de 1.600 hectáreas. Tan grande como para desparramarse por tres términos municipales. "En El Bosque es donde menos territorio de esta finca hay. Hay una buena parte subiendo en el término de Grazalema y cuando cae es ya todo Zahara", explica el sargento de la comandancia de El Bosque.
La cabecera de este conglomerado de fincas está a pocos metros de uno de los senderos más utilizados de la provincia, el que se inicia en El Bosque y acaba en Benamahoma, en el bar El Bujío. La Breña del Agua tiene una entrada con múltiples alertas acerca de la presencia de reses bravas y de férrea vigilancia. Echa para atrás a cualquiera que se quiera saltar la valla de espino. No llevamos ni dos minutos observando la cancela cuando desde el interior llega uno de los empleados de la finca. Nos observamos a distancia, saludamos. Es distantemente amable. "¿Qué hay en esta finca? ¿Caza, monterías...?" "No, no mucho. Aquí ganado, hay muchas cabezas de ganado". "¿Cuántas?" "No sé, muchas". Se queda tranquilo cuando nos vamos.
En esta finca no se emplea a una sola persona de Benamahoma. Nos lo dicen varios vecinos en el pueblo. Otros vecinos, con la casa cercana a la entrada de la finca, nos hablan del trasiego de coches de alta gama de madrugada, "sobre las dos o las tres". Y todos nos cuentan la gran cantidad de personal de vigilancia. Otro vecino habla de que ha visto subir máquinas excavadoras. En cualquier monte te encuentras a un agente de Medio Ambiente, ahí ni uno". Un cazador deportivo que guarda sus trofeos a poco más de 50 metros de las cancelas que cierran a cal y canto la finca lamentó el cambio de propiedad de la finca "porque desde entonces ahí no podemos cazar ni tengo noticias de que se organicen monterías comerciales. Y lo de la vigilancia es increíble. En las fincas, si te lo puedes permitir, está bien tener algo de vigilancia contra los furtivos, pero el movimiento que ahí hay dentro yo no lo he visto en otras fincas".
La relación de los vecinos de Benamahoma con la que fue 'su' finca es mala. "Con Benamahoma no quieren nada", nos dicen en un bar del pueblo que luce estampas históricas de la localidad.
En la actualidad la finca es propiedad de una empresa radicada en Sevilla con capital belga. El administrador único se llama Galle Marnix. El cazador deportivo cree que lo ha visto un par de veces, pero "aquí el que manda es José Miguel Herrera. Él es el jefe de la finca". José Miguel Herrera es el hijo del anterior propietario, el arquitecto de San Roque.
Los Herrera vendieron en 2013 las fincas a la sociedad belga por 11.200.000 euros, a 7.000 euros la hectárea. Previamente, por ese mismo precio, se ofreció a la Junta que ejerciera su derecho de tanteo. El informe técnico, que califica la finca como de "alto valor ecológico y escaso valor productivo", dice: "Basándonos en el valor frecuente de las fincas de pastizal en Cádiz, 4.800 euros la hectárea, y contando con que el valor forestal es inferior al pastizal, parece excesivo el precio de venta". Se vendió, según este documento, a cerca del doble de su precio de mercado.
Gaspar admite no poder explicarlo, "pero les estorbamos".